El Profesional y El marido de la Peluquera

El profesional de Luc Besson (1994)




















El marido de la peluquera de Patrice Leconte (1990)



















Las vi no hace mucho, la primera es como la cuarta vez que vuelvo a verla, y la segunda es la primera vez.

Las dos de directores franceses, las dos cuentan una historia de una pareja inusual, y en las dos hay una Matilda.

Aprendemos desde la escuela y la familia que las cosas deben tener un momento, un lugar pertinentes. Y cualquier versión que se salga de ese momento o lugar debe rechazarse o condenarse.

La cuestión es que las circunstancias para muchas personas no son las ideales y por tanto, se deben adaptar a lo que hay y en el momento.

En el caso de estas circunstancias ideales, un factor relevante es la edad, y en el caso de estas dos historias, es lo menos relevante, o más bien, es algo que pasan por alto las dos Matildas.

Vivimos en un país donde el abuso es algo común en diversos ambientes, el familiar, el escolar, en la calle, en el trabajo. Cualquier hombre se siente con el derecho de agredir verbal o físicamente, de tocar, de no respetar el "no" de la mujer. Por eso es que resulta extraño y por extraño, intolerable, inconcebible que pueda haber muto consentimiento entre un hombre mayor y una adolescente o niña. Bajo ninguna circunstancia.

En la película de El Profesional, al respecto de su personaje como el  asesino a sueldo, Jean Reno hace el comentario de que se debió enfatizar la limitación mental que se observa en León para disminuir al mínimo el tono sexual en la relación con el personaje de Matilda. Buscaban que se viera como si fuera un muchacho de catorce años en un cuerpo de adulto.

De cualquier manera, se plantea una forma poco inusual en la que una niña bastante maltratada por la vida, encuentra una luz de esperanza (recuérdese cuando la puerta se abre después de unos segundos interminables esperando con las cosas que había comprado, mientras el sicario del pasillo se acercaba a ella), y la encuentra en quien menos se esperaría, un matón a sueldo. Asímismo, vemos cómo la rutina diaria de León se ve alterada cuando a regañadientes la vida le plantea una nueva experiencia que no conocía, o que pensaba que no volvería a tener (en cierto momento se sabe que tuvo una novia antes de llegar a EU y que el padre de la novia la mató antes que verlo casado con ella), salirse de lo ordinario, de su disciplina, por hacer el bien al otro (o a la otra), por hacer un acto de amor, es decir, una acción donde no hay segundas intenciones, donde no se esperan recompensas.



En el caso de la segunda película, además de las varias coincidencias que ya se escribieron arriba, también coinciden en el acto de amor. En esa generosidad sin medida, en ese adaptarse al otro por una decisión personal como única motivación.

En el Marido de la Peluquera vemos a un hombre maduro que recuerda su niñez y la atracción que siente por la mujer que le cortaba el pelo. Y ya en esa edad de hombre cincuentón, encuentra a una peluquera, en un rincón de París, tal vez, como subrayando esa suerte, que es como una especie de cenicienta en medio de un reino (barrio) donde nadie ve, nadie se percata que quien les corta el pelo es en realidad una reina. Al menos eso es lo que evocan ciertos momentos en los que él la ve. su pelo, su figura, su rostro, ese vestido rojo que destaca entre el amarillo del salón, la forma en que llena el espacio donde trabaja.

Digamos que el protagonista ve a Matilda, la peluquera, con los ojos de niño que veía a la peluquera de la que se enamoró la primera vez.

Y él la corteja y ella acepta casarse con él, y entonces vemos con más claridad, a través de los ojos de él que en efecto, él es el protagonista pero que la historia se centra en ella. Y por eso vemos que lo importante es lo que ocurre en la peluquería, y él busca ayudarla en todo, se convierte en su sirviente. Le ayuda a calmar al niño que llega llorando y se resiste a que le corten el pelo y entonces sale una parte magistral de la película, el baile. Así comienza esta historia, así calma al niño y así termina le película. Algo parecido a lo que Besson logra con esos guiños que Matilda y León hacen a otras películas cuando caracterizan a otros personajes.

La película es una historia distinta, porque plantea un final diferente a lo que uno estaría esperando, debido a la diferencia de edades, que el señor muera o que ella lo deje, lo cual es predecible en la película de El Profesional, uno sabe que posiblemente el matón muera, y efectivamente, así pasa. Sin entrar en detalles, basta decir que uno ve en casi toda la película la forma en que Matilda es amada, y sin embargo, resulta que quizá ella amaba más.

Las dos son historias tristes, pero emotivas al mismo tiempo, porque proponen que todos los humanos podemos tener cinco minutos de calidad humana, de consideración al otro, de generosidad, de amor hacia el prójimo, y que aunque sean cinco minutos, eso puede ser suficiente para decir que nuestra vida no ha sido completamente sin sentido.

Y que a pesar de la pérdida de alguien que se ha querido, habrá una planta que sembrar o una canción oriental que bailar que nos haga recordar y seguir apreciando la vida.


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